Rancagua (ebook)
Autor | Alfredo A. Sayus |
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Portada | Ver portada |
Año | 01-2023 |
Idioma | Español |
Formato de archivo | |
Colección | Ensayo |
Edición | 1ª Edición |
Subtítulo: Un General en los bordes
Sinopsis:
“El Acta de Rancagua” no tiene demasiadas páginas en la historia. Ni en la oficial, ni en la otra. Uno que otro investigador se dedicó a escribir algún artículo periodístico relacionado con el hecho y rescatando, desde su punto de vista, la posición de cada uno de los protagonistas. Sin embargo, los libros sólo le dan, en el mejor de los casos, una página al suceso que, para muchos, significó la continuidad política y militar de San Martín en la epopeya libertadora hasta su encuentro en Guayaquil con Simón Bolívar. Tan poco texto de una circunstancia que parece haber marcado la suerte de la libertad Americana, no queda exenta de marcadas posiciones personales en el entendimiento de la historia. Por algún motivo que, con el transcurrir del tiempo se develó, la “historia oficial” desde hace diez años hacia atrás y por una sucesión de años muy superior a aquella, apuntó su objetivo a la “leyenda de la historia”. Es decir, a sucesos menores pero más coloridos y de fácil memorización en las mentes infantiles de los educandos primarios y de algunos ciclos iniciales del secundario.
Hechos sustanciales y que darían una explicación coherente a muchas circunstancias históricas de nuestro país, fueron deliberadamente obviados por historiadores que respondían a los gobiernos que marcaron a fuego la opresión en generaciones de estudiantes -y de muchos otros estratos sociales-, por aquello de “a menor educación mayor dominación”. Una revalorización de la verdadera historia comenzó a darse en la última década, con investigaciones detalladas de documentación y un análisis concienzudo de los hechos que marcaron diferentes acontecimientos políticos, sociales y culturales de nuestra historia. Así, no todo fue tan simple como cruzar la Cordillera de los Andes en un brioso caballo blanco, y las miserias del poder comenzaron a vislumbrarse en personajes que, hasta el momento, sólo nos mostraban desde el bronce.
Esta situación no fue una excepción para el episodio conocido como “El Acta de Racangua” que, a pesar del poco espacio otorgado, sirvió como un escalón más para demostrar la “altura moral, la hombría de bien y el genio militar de San Martín, además del respeto y la confianza que sus subordinados le tenían”. El hecho que originó la firma del Acta de Racangua se circunscribió, en la mayoría de los libros, a 25 o 30 líneas: 15 contando el hecho y las otras 15 resaltando las virtudes de “El santo de la espada”.
Magra historia si se pretende definir a ese suceso como la bisagra que permitió la continuidad de la lucha emancipadora. Pero claro, ese acontecimiento también tuvo miserias y actitudes egoístas de nuestros “héroes de bronce” y eso la historia oficial no se lo permite. No podía haber egoísmo en nuestros Padres de la Patria, no podían guiarlos intereses mezquinos, su grado de renunciamiento era mayor al de cualquier ser humano y la causa estaba por sobre todos los intereses personales.
Porquería de historia nos contaron durante décadas. Mentiras lustradas con franela sobre las estatuas ecuestres y victoriosas de aquellos prohombres que sólo pensaban en una Nación Libre y Soberana y que jamás iban al baño, no comían, no amaban, no tenían otros sentimientos que los exigidos por las cuestiones militares y no cabía en ellos tener ambiciones personales. La historia de nuestro país fue otra cosa. Fueron verdades tan crudas que le dolerían al más valiente, pero tan necesarias para forjar -bien o mal- una identidad que todavía no tenemos y que nos obliga a seguir buceando en los nuevos libros de historia, a releer los amarillentos y ajados documentos que suscribieron los hombres de mayo y sus sucesores, ubicarlos en su tiempo y tratar de comprenderlos para construir la verdaderahistoria, la que algunos historiadores intentan seguir negándonos y que nos obliga a armarla desde nuestra simple posición de ciudadanos en un país que aun trata de afirmarse en sus auténticas raíces.
En uno de aquellos artículos periodísticos que ahondaron en el Acta de Rancagua, Enrique de Gandía escribía en junio del ´89 en el diario La Nación: “La independencia oficial en 1816, no fue la decisión de todo el país. Algunas provincias no la esperaban ni deseaban, ni concurrieron al Congreso de Tucumán. La misión de Belgrano, Rivadavia y Sarratea, con una reverente súplica a Fernando VII para que se dignase reinar en América con un Congreso y una Constitución, había fracasado. El príncipe de Metternich tembló1. Así se empezó a preparar en España una expedición de veinte mil hombres que debía desembarcar en Buenos Aires y aplastar la independencia. Pueyrredón, director de las Provincias Unidas de Sud América, concibió la posibilidad de salvar la unidad de América convirtiéndola en un inmenso reino. El hijo de un inca se habría casado con una infanta de Portugal. América habría sido la nación bilingüe más grande, rica y poderosa de la historia. Las naves rusas, españolas, francesas y de otras naciones no se atrevieron a desembarcar en las costas del Brasil ni de Montevideo para asaltar a Buenos Aires.
Pueyrredón y el rey de Portugal salvaban la independencia de América. Otros hombres, sin saberlo, la combatían. La revolución de Fontezuelas, en 1815, había roto el gobierno nacional y abandonado las fronteras. La Constitución de 1819 no fue aceptada por los caudillos porque era una Constitución centralista. Fue el caos frente a la expedición de los veinte mil hombres. En Buenos Aires, una comisión en la cual se hallaba Juan Manuel de Rosas pensó incendiar Buenos Aires y dispersar los ganados. En estas circunstancias, Pueyrredón, primero, y Rondeau después, ordenaron a San Martín bajar a Buenos Aires con el Ejército de los Andes.
Muchos historiadores han creído que San Martín fue llamado para combatir a los caudillos. El llamado no tenía ese fin. Era para oponerse a los veinte mil hombres que iba a enviar España. La logia secreta que gobernaba en Chile propuso destinar el ejército a la liberación del Perú. Luego, con otras fuerzas, recuperaría Buenos Aires. San Martín no desobedeció la orden de traer el Ejército de los Andes. La obedeció y dio otras órdenes para que se cumpliesen, pero la logia secreta dispuso lo contrario y el Ejército de los Andes esperó el momento de dirigirse al Perú…”.
En un artículo que el historiador y escritor José Adolfo Gaillardou preparó exclusivamente para la compilación de datos históricos que realicé para este libro, destaca las consecuencias del Acta de Rancagua de la siguiente manera: “Resuelta su situación con el respaldo del Acta de Racangua, San Martín planteó a O´Higgins la necesidad de activar de inmediato los preparativos del Ejército Unido Libertador del Perú, quien ofreció respaldar la campaña con la bandera de su país.
Enterados en Buenos Aires de lo ocurrido en Rancagua y de la trascendencia del acta, la ira los envuelve y se habla de someter a San Martín a juicio militar por no haber obedecido la orden de pasar con todo su ejército para combatir la anarquía. La difamación alcanzaba límites insospechados. Lo trataban de ambicioso, que buscaba encaramarse en el poder en el Perú como un dictador. El periódico El Argos, lo trataba de traidor a la patria, de ambicioso, de un aventurero que llegaba al extremo de adueñarse del Ejército de un país hermano. Que había conseguido por extorsión y medios ilícitos adueñarse de quinientos mil pesos en recompensa por lo que ese país le debía. Por todos los medios se trataba de desprestigiar su persona. Lamentablemente el gobierno de Buenos Aires le había negado toda ayuda mientras no renunciara a la campaña del Perú. En contestación a las incontables ofensas el brigadier don Bernardo de O´Higgins le escribe diciéndole: `…Parece que las revoluciones abren un campo inmenso de maledicencia y que sus principales tiros se dirigen principalmente contra los que tienen la desgracia de mandar…´
Se llegó al extremo de obligarlo a San Martín a escribir al Director de Chile y pedirle que `V.E. le contestara con informes de los Ministros de Hacienda que hayan existido y existen en ese Estado, si hay o no alguna orden mía para la entrega de un solo peso en ningún punto de este Estado, como también si he tenido la más pequeña intervención en nada que tenga relación con sus intereses, cuyas diligencias originales se sirva V.E. remitirme a la brevedad´.
Esta nota está fechada en Santiago, a muy poco de la firma del Acta de Rancagua, el 13 de julio de 1820”.
Por su parte, Antonio J. Pérez Amuchástegui, escribe en el informe titulado “El Pacto de Racangua, 2 de abril de 1820”, que fuera utilizado como complemento en una de las biografías de San Martín: “…Desde el punto de vista histórico, las formas del Pacto de Rancagua son legítimas y de secular raigambre hispánica. La fuerza armada nacional asumió la representatividad de las Provincias Unidas en Sud América para concurrir a la seguridad y felicidad del pueblo de esa nación que, en el momento, por contingencias políticas inhibitorias, estaba imposibilitado de ejercitar su soberanía. Con buenas razones, el Cabildo de Buenos Aires había expresado en su Circular del 16 de febrero de 1820: `todas (las provincias) de la Unión están en estado de hacer por sí mismas lo que más convenga a sus intereses y régimen interior´.
Al mismo tiempo, el Tratado del Pilar había puntualizado expresamente en su artículo 1º que ´todas las provincias de la Nación aspiran a la organización de un gobierno central. Sólo cuando esa aspiración cristalizara en obra, podría el pueblo soberano de la Nación, por la vía de sus representantes legítimos, disponer de los destinos del ejército nacional´. Hasta tanto ello no ocurriera, ningún poder local -y menos un poder extraño- podría interferir la misión confiada oportunamente a ese Ejército de los Andes por la autoridad nacional. Entretanto, la oficialidad de tal ejército, como responsable jurídica de la actuación del mismo, tenía la obligación -más que el derecho- de velar por el cumplimiento de la misión que el gobierno nacional le había encomendado para la salud del pueblo”.
Aquí se genera el conflicto que lleva al análisis histórico entre los que afirman que el Tratado del Pilar caducó con la caída de Rondeau, y quienes dicen que las leyes emanadas de esas negociaciones tenían validez. En tal sentido, el historiador agrega algunos datos que tienen que ver con los hechos posteriores que dieron como resultado el Acta de Rancagua y que guardan continuidad con el párrafo anterior: “En razón de ello, el diputado de la Provincias Unidas en Sud América ante el Estado de Chile, Tomás Guido, fue incorporado por San Martín al ejército libertador, en su grado de coronel y con carácter de primer ayudante de campo del general en jefe, hasta tanto se erigiera una autoridad central. Y por eso Tomás Guido comunicó al gobernador de Buenos Aires, Manuel de Sarratea, que había aceptado su opinión de seguir oficiosamente como diputado ante el gobierno de Chile, aunque se había incorporado en su clase militar al Ejército de los Andes.
Las actitudes de Guido guardan estrecha coherencia con los contenidos del pacto de Rancagua y su condición de diputado de las provincias Unidas ante el Estado de Chile: sólo un gobierno nacional podría refrendar sus poderes, y sólo un gobierno nacional podría impartirle órdenes en lo sucesivo; entretanto, se agregaba como coronel al Ejercito de los Andes – personero legítimo, a la sazón, del Estado Nacional- hasta que hubiera una autoridad central”.
Sin duda, el Acta de Rancagua fue el único pacto estrictamente nacional producido en 1820 después de Cepeda, por cuanto ninguna autoridad militar, ni política, podía interferir la acción del Ejército de los Andes. “El cuerpo de oficiales asumió la representatividad de la soberanía nacional de las Provincias Unidas en Sud América, y delegó en plenitud los poderes emergentes de esa soberanía en San Martín”, afirma Pérez Amuchástegui.
Lo que sigue en este libro parece ficción, pero quizás no lo sea tanto.
Autor | Alfredo A. Sayus |
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Año | 01-2023 |
Idioma | Español |
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Colección | Ensayo |
Edición | 1ª Edición |
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